La mayoría de nosotros desde pequeños aprendimos a llevar
una disciplina de lunes a viernes y generalmente en fin de semana nos damos
algunos “permisos”, como desvelarnos, comer fuera de régimen u horario, comer
en mayor cantidad o no vamos al gimnasio.
Cuando lo hacemos de vez en cuando o somos jóvenes y
bellos, esos excesos ni los notamos, pues son un verdadero gusto. Sin embargo,
cuando los repetimos constantemente o entramos al conocido y a veces temido
Tercer piso (la década de los 30’s), el organismo empieza a resentir el
descuido de años o simplemente nuestro metabolismo cambia y ya no funciona como
antes. Si a esto lo aunamos al ritmo de vida, presiones de trabajo, falta de
actividad física… resultado: malestares gastrointestinales, estrés y hasta
alguna gripe, pfff… ¿ya pensaste en el primo de un amigo al que le pasó algo
similar?
Para evitar estas situaciones no hay que comer todo el
tiempo lechuga, encerrarte en tu casa a las 9, y vivir obsesionado con el
ejercicio.
Comienza con cuidar tus porciones de alimento, si no
quieres o puedes ir a un especialista por el momento, guíate por la “dieta de
la mano”.
El estómago es del tamaño de tu puño cerrado y su
capacidad de expansión al recibir alimento depende del espacio libre entre
todos los órganos internos ubicados entre la boca del estómago o el final del
esternón, y tu ombligo. Esto es, si eres de torso pequeño, no pretendas
empacarte un tazón de frijoles charros con costilla gratinada de 400gr, papa al
horno y un pay de queso, tal vez alguna vez lo lograste, pero por amor propio
no lo vuelvas a hacer. Si eres de torso largo, tal vez puedas comerte todo lo
anterior, pero por favor, cuídate y no lo hagas cada fin de semana.