Cuenta la leyenda, que Menthe era una ninfa muy bella que fue amante
de Hades, el dios griego del Inframundo, pero, como en toda historia de amor
griego tiene que haber alguna tragedia, resulta que Hades estaba casado con
Perséfone y, obviamente cuando ella se enteró de la aventura de su marido con
la hermosa Menthe, por venganza convirtió a la ninfa en planta, la menta. Hades,
al enterarse, le concedió a la menta su característico y fresco aroma para que
cuando caminara junto a ella pudiera sentir su esencia y de alguna manera estar
juntos, (nos resultó todo un romántico este dios tan temible, ¿no creen?).
Así como esta, hay muchas leyendas alrededor de la menta, pero el
punto en
común en todas, es que se le dan propiedades afrodisíacas, de fortuna, de protección o de limpieza.
común en todas, es que se le dan propiedades afrodisíacas, de fortuna, de protección o de limpieza.
Y es que desde la antigüedad se ha usado como planta mágica, ya que además
tiene propiedades digestivas (las más conocidas), quita la náusea, combate el
dolor de cabeza y la migraña, refresca la garganta y limpia el aliento, ayuda a
expulsar flemas, disminuye los síntomas de gripa, es un ligero analgésico y hasta se llegó a prohibir su uso entre los
soldados ingleses pues al considerarse afrodisiaco, no querían que los muchachos
perdieran concentración.
Lo que pocos saben, es que la menta es un ligero estimulante del sistema nervioso (en dosis recomendadas),
y al tener un efecto tonificador en los nervios físicos, le permite al proceso
de pensamiento aquietarse, dejar de darle vueltas a los veinte asuntos que no
puede solucionar, y enfocarse en mandar las señales de correcto funcionamiento
a nuestros órganos, por lo que nuestro cuerpo trabaja en armonía y equilibrio.
En otras palabras, es un suave calmante de la ansiedad, estimula la mente
consciente, los recuerdos y por lo mismo, el intelecto.
No es casualidad que el nombre sea Menthe=menta=mente.
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